domingo, 15 de septiembre de 2013

INDEPENDENCIA. SANGRE O LIBERTAD

INDEPENDENCIA 
SANGRE O LIBERTAD
F. Abraham Tobias Hernández
Saltillo, Coahuila de Zaragoza,
septiembre 2013

En la madrugada entre el 15 y 16 de septiembre recuerdo, la multitud arremolinada en el atrio de la iglesia, yo estaba ahí, en medio del alboroto, la muchedumbre inquieta, un discurso escuchamos y nuestros corazones se enardecieron rayando en el odio. Deseábamos la libertad, y mas que libertad, se despertó el deseo de venganza y si el precio era dar la vida, el precio dispuestos estábamos a pagar.

En ese pueblito de Dolores se encendió la mecha hacia un polvorín de muerte, persecución, tristeza y desolación. La muerte rondaba el Bajío, y se expandió por toda la Nueva España, miles de campesinos, indígenas, criollos, mestizos estábamos dispuestos a cualquier cosa sólo por una idea: Independencia.

Al grito de ¡muera el mal gobierno!, un cura inició la gesta, pero no fue una idea que le surgió de pronto en la cabeza, el culpable de convencerle fue un militar criollo llamado Ignacio Allende. Ese cura, que vivía de manera holgada, sin necesidad de irse a la guerra y mucho menos de poner en riesgo su vida, tomó la batuta de una revolución.

Una gesta heroica que logró nuestra independencia de la corona imperial española, y si bien es cierto ese día iniciamos la guerra, con palas, picos, piedras, azadones y unos cuantos soldados armados, se logró 11 años después, ni Hidalgo ni Allende vieron el final de esa historia, ellos sabían bien cuál iba a ser su final: la muerte.

Después de la caída del cura y el soldado, un hombre tomó la batuta de la guerra, un hombre que ves cada que sacas un billete de 50 pesos, él, se autonombró el Siervo de la Nación. Él, con sus dos brazos fue invencible, el derecho llamado Mariano Matamoros y el izquierdo el “tata Gildo”, como le decían a Hermenegildo Galeana.

El sitio de Cuautla y la toma de Acapulco inmortalizaron al cura mestizo. Dicen que el propio Napoleón dijo en alguna ocasión: “Con cinco generales como Morelos, conquistaría el mundo.” Su fama creció tanto que sólo escuchar su nombre el gachupín temblaba.

La muerte de Matamoros le dolió en lo más profundo de su corazón, a la postre la de Galeana, con los ojos nublados y voz quebrada, el general Morelos me dijo: “Estoy perdido, me han cortado mis brazos.”

Un cañón, el “Niño” nuestro amuleto de la suerte, venció al ejército realista, a la pérdida de éste, las derrotas se fueron sumando, pero nunca se apagó la antorcha de la libertad. Fue capturado, juzgado y fusilado el Generalísimo Morelos, pero eso no bastó para olvidarnos de su legado. Su huella quedó plasmada en un documento heroico: Los Sentimientos de la Nación.

“Morir es nada, cuando se muere por la patria”, así lo dijo algún día antes de ser condenado a morir por la Santa Inquisición.

La antorcha de la libertad fue sostenida por 2 hombres que mantuvieron viva esa llama, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria: “Va mi espada en prenda… voy por ella”, escuche el gritó del segundo en plena batalla cuando sentíamos la  derrota detrás de nosotros, su voz resuena en mi oído todavía, y lo seguimos hasta la victoria; un día oí como Guerrero, a su padre mismo, le decía “la patria es primero”, para rechazar el indulto ofrecido.

En 1821, don Vicente logra una alianza con Agustín de Iturbide, nuestro más fiero enemigo, y no sólo de él, sino de toda idea independentista, pacto al cual se suma Victoria. ¿Quién iba pensar que ese abrazo de Acatempan seria la sentencia de muerte de mi General Guerrero? El 27 de septiembre de ese año entra triunfante el Ejército de las Tres Garantías a la Cd. de México, y al siguiente día se firmó el acta de independencia añorada por todos los mexicanos, esa acta que no lograron ver Hidalgo ni Morelos ni Allende, ni muchos miles de patriotas que donaron su sangre para que nosotros tengamos el fruto de su riego: Libertad.

Twitter: @AbrahamTobias
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