INDEPENDENCIA
SANGRE O LIBERTAD
F.
Abraham Tobias Hernández
Saltillo,
Coahuila de Zaragoza,
septiembre
2013
En la madrugada entre el 15 y 16
de septiembre recuerdo, la multitud arremolinada en el atrio de la iglesia, yo estaba ahí, en medio del alboroto, la muchedumbre inquieta, un discurso escuchamos y nuestros corazones se
enardecieron rayando en el odio. Deseábamos la libertad, y mas que libertad, se despertó el deseo de venganza y si el precio era dar
la vida, el precio dispuestos estábamos a pagar.
En ese pueblito de Dolores se
encendió la mecha hacia un polvorín de muerte, persecución, tristeza y
desolación. La muerte rondaba el Bajío, y se expandió por toda la Nueva España, miles de campesinos, indígenas,
criollos, mestizos estábamos dispuestos a cualquier cosa sólo por una idea: Independencia.
Al grito de ¡muera el mal
gobierno!, un cura inició la gesta, pero no fue una idea que le surgió de pronto
en la cabeza, el culpable de convencerle fue un militar criollo llamado Ignacio
Allende. Ese cura, que vivía de manera holgada, sin necesidad de irse a la
guerra y mucho menos de poner en riesgo su vida, tomó la batuta de una
revolución.
Una gesta heroica que logró
nuestra independencia de la corona imperial española, y si bien es cierto ese
día iniciamos la guerra, con palas, picos, piedras, azadones y unos cuantos soldados armados, se logró 11 años después, ni Hidalgo ni Allende vieron
el final de esa historia, ellos sabían bien cuál iba a ser su final: la muerte.
Después de la caída del cura y el
soldado, un hombre tomó la batuta de la guerra, un hombre que ves cada que sacas
un billete de 50 pesos, él, se autonombró el Siervo de la Nación. Él, con sus
dos brazos fue invencible, el derecho llamado Mariano Matamoros y el izquierdo
el “tata Gildo”, como le decían a Hermenegildo Galeana.
El sitio de Cuautla y la toma de Acapulco inmortalizaron al cura mestizo. Dicen que el propio Napoleón dijo en alguna ocasión: “Con cinco generales como Morelos, conquistaría el mundo.” Su fama creció tanto que sólo escuchar su nombre el gachupín temblaba.
La muerte de Matamoros le dolió
en lo más profundo de su corazón, a la postre la de Galeana, con los ojos
nublados y voz quebrada, el general Morelos me dijo: “Estoy perdido, me han
cortado mis brazos.”
Un cañón, el “Niño” nuestro amuleto
de la suerte, venció al ejército realista, a la pérdida de éste, las derrotas
se fueron sumando, pero nunca se apagó la antorcha de la libertad. Fue
capturado, juzgado y fusilado el Generalísimo Morelos, pero eso no bastó para
olvidarnos de su legado. Su huella quedó plasmada en un documento heroico: Los
Sentimientos de la Nación.
“Morir es nada, cuando se muere
por la patria”, así lo dijo algún día antes de ser condenado a morir por la Santa Inquisición.
La antorcha de la libertad fue
sostenida por 2 hombres que mantuvieron viva esa llama, Vicente Guerrero y
Guadalupe Victoria: “Va mi espada en prenda… voy por ella”, escuche el gritó del
segundo en plena batalla cuando sentíamos la
derrota detrás de nosotros, su voz resuena en mi oído todavía, y lo
seguimos hasta la victoria; un día oí como Guerrero, a su padre mismo, le decía
“la patria es primero”, para rechazar el indulto ofrecido.
En 1821, don Vicente logra una
alianza con Agustín de Iturbide, nuestro más fiero enemigo, y no sólo de él,
sino de toda idea independentista, pacto al cual se suma Victoria. ¿Quién iba
pensar que ese abrazo de Acatempan seria la sentencia de muerte de mi General
Guerrero? El 27 de septiembre de ese año entra triunfante el Ejército de las Tres
Garantías a la Cd. de México, y al siguiente día se firmó el acta de
independencia añorada por todos los mexicanos, esa acta que no lograron ver
Hidalgo ni Morelos ni Allende, ni muchos miles de patriotas que donaron su
sangre para que nosotros tengamos el fruto de su riego: Libertad.
Twitter: @AbrahamTobias
Correo: tobiashdz@hotmail.com